jueves, 3 de noviembre de 2011

Inventario de enemigos

Lo malo de querer quedar bien con todo el mundo es la cantidad de explicaciones que se deben repartir a diestro y siniestro. El resultado casi siempre, es el opuesto: el quedar mal con casi todo el que se harte de escuchar excusas.
Curiosamente, las personas que jamás dan explicaciones, con sobredosis de amor propio (pasando el límite hacia el egoísmo las más de las veces) con un carácter desagradable a diario (puedo dar nombres, pero no lo veo necesario) son populares y respetadas, sí, respetadas. Si esas personas tienen un día un gesto amable, se valora tanto que el resto de gestos inoportunos (u oportunos, según se mire), son perdonados.
Este indulto de la gente no llega para quienes se esfuerzan en ser amigos universales. Paradojas de la vida.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Las redes sociales son venenosas. Desde que me enganché, he vivido menos. Estoy pensando en suicidarme virtualmente, para renacer en lo real. Haré acopio de fuerza de voluntad.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En estos días, cuando mi trabajo maternal a tiempo completo me lo permite, busco tiempo también para idioteces, tan propias de mi carácter, como por ejemplo "hacer inventario de amigos".
Lo suelo hacer, como si de un balance vital se tratara, cada cierto tiempo, y lo triste es que más veces de las que me agradaría reconocer, hay nombres de menos en mi lista personal.
Así que he cambiado el tercio. Toca hacer inventario de enemigos, que a lo mejor y a la larga, es más productivo e interesante, a la par de divertido si se le sabe sacar el jugo a las razones que llevan a algunos a desmarcarse de mi círculo, o a mí misma a echarlos amablemente de una patada, en sentido figurado, naturalmente.
Al principio era muy fácil: algún pretendiente despechado y suficientemente cabreado como para mantener su frustración en el tiempo, alguna fémina despechada también por mi suerte en el amor (en contadas ocasiones si me refiero al pasado, claro), algún compañero que envidió mi horario, o los cursos privilegiados que me habían correspondido en sorteo (santísima buena suerte), y muchos motivos que siempre acababan sabiéndose, y que, a pesar de la pesadumbre que dejan en el espíritu, me permitían respirar tranquila.
Lo peor es cuando la cosa se complica, y los odios germinan y florecen por doquier como malos hierbajos o como flor rara y silvestre que surge de pronto en el arcén de la carretera secundaria en que a veces se convierte la vida.
De estas animadversiones es complicado librarse, al igual que las manchas de vino tinto sobre un mantel blanco son capaces de estropear, al menos estéticamente, la más distendida y alegre de las citas.
Y ahí están. Y hay que vivir con ellos y ellas, e incluso aprender a convivir.
Por eso es conveniente hacer de vez en cuando, de tarde en más tarde todavía si cabe, inventario de enemigos conocidos, para ir cerrando el cerco a aquellos que no se conocen y son peligrosos. Es mejor tener cerca a los enfermos de envidia o aburrimiento, porque pueden enrarecer el aire hasta hacerlo irrespirable, y lo que es peor, contagiarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario